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sábado, 2 de abril de 2016

LA MÁQUINA DEL TIEMPO

                                           

Malvinas… desde muy chico resonó ese nombre en mis oídos. En la escuela primaria recuerdo que nos machacaban con el lema “Las Malvinas son Argentina”. En la clase de Geografía los mapas estaban compuestos por el continente y las islas, o sea que crecí con ese concepto y como en ese tiempo yo era muy chico, ni se me ocurrió pensar que allí viviera gente que no era argentina. La palabra Falkland no entraba en mi vocabulario.
Ya de más grande, en las clases de Historia me despaché con la noticia de que en 1833 los británicos desembarcaron en las islas y se adueñaron de ellas, desplazando al Capitán de la Goleta Sarandí, Don José María Pinedo, quien ante la fuerza británica no pudo oponer resistencia y volvió al continente argentino. O sea, nos habían robado las Islas, algo que no era extraño para los ingleses. Ya en tiempos de la colonia, intentaron invadirnos y los corrimos con aceite caliente según cuenta la historia. Pienso que el General Galtieri se quedó con ese concepto y es por eso que nos mandó al matadero. 
Hasta ahí es la historia, mucho más rica por cierto, pero llena de dudas, contradicciones, peleas diplomáticas y de las otras.
Soy clase 63, nacido más precisamente un 26 de Junio de 1963. Egresado del Colegio Nacional de Buenos Aires. Mi familia se tuvo que trasladar a La Plata ya que mi padre había conseguido allí un trabajo muy importante, razón por la cual, me anoté en la Universidad del lugar para estudiar Ingeniería. Soy de familia de ingenieros, mi padre y varios tíos lo son.
Jamás olvidaré el día de los sorteos para entrar a hacer la Conscripción, con mis padres rezábamos para que me tocara número bajo y así salvarme de hacerla. Era un 31 de Mayo cuando en un sorteo público en la Lotería Nacional sacaban las bolillas que determinaban si la hacías o no. Los números bajos se salvaban, yo no tuve esa suerte. Eso me significó perder casi dos años de universidad, pero fue lo menos grave.
Hice la colimba o sea el servicio militar en el regimiento 7 de Infantería y de un día para el otro, todavía no alcanzo a razonar qué pasó en esas cuarenta y ocho horas que me llevaron al infierno, me encontraba en la Compañía “A”, según me dijeron a varios kilómetros de Puerto Argentino, nada más ni nada menos que en las Islas Malvinas.
En un primer momento me sentí como que una máquina mágica me había llevado hasta ese lugar para hacerme conocer la historia en carne viva, me brotaban por los poros ese patriotismo con el que crecí, al menos con respecto a ese territorio. Los gobiernos militares no me dejaban sentirlo de la misma forma en lo que hacía al continente. Al patriotismo debimos ocultarlo por largo tiempo, de lo contrario pasabas a ser carne de cañón para los usurpadores del poder.
Pero en Malvinas era diferente, ahí sí que podías gritarlo a los cuatro vientos, y eso de gritar es una metáfora, ya que si te descubrían las tropas británicas te aniquilaban. La ensoñación se terminó rápidamente, el frío, el hambre y la tristeza de ver cómo nos estaban matando, acalló ese grito fervoroso de un principio.          
Los puestos de combate eran atacados día y noche, no había un minuto de tregua. Aviones  ingleses bombardeaban sin clemencia y ya se había corrido la noticia de que los combates cuerpo a cuerpo se expandían por gran parte de la costa.
Eso pasaba fuera de los pozos, en las trincheras hubo historias increíbles y tan dolorosas como lo que estaba pasando en las inmediaciones. Allí estábamos desnudos, todas nuestras miserias, falencias y mezquindades quedaron expuestas a cielo abierto bajo la presión de la guerra. Vi sancionar con rudeza a un soldado por descuidar a su fusil, también la dureza de los castigos, jamás pude olvidar a un soldado que fue estaqueado porque un oficial dijo que había abandonado su puesto, y hasta intentos de suicidios de muchachos que como yo, no fueron preparados para una guerra. Hubo momentos en los que pensamos “Cómo no nos dejamos tomar prisioneros por los ingleses antes de sufrir y ver las atrocidades a las que se  nos estaba sometiendo
¡Viva la Patria carajo!, y después ráfagas de ametralladora; ingenuamente pensábamos que eran de los nuestros que avanzaban tratando de doblegar al enemigo. Sin embargo, bastaba la llegada de un nuevo y maldito día para que viéramos esparcidos los cadáveres de pibes que minutos antes habíamos visto de nuestro lado y que no sé si estaban seguros de lo que nos estaba pasando.
Cumplíamos órdenes de sargentos implacables a los que también vi temblar frente a amenazas concretas, aunque después mostraban esa rudeza a la que nos tenían acostumbrados. Lo que jamás voy a olvidar fue esa travesía hacia el cerro Tembledown. Se nos había dado la orden de de vadear el arroyo Moody Brook, no muy ancho pero traicionero, recuerdo que esa noche el cielo se parecía al de las navidades en la patria, fuegos de todos colores lo atravesaban y no eran precisamente de cañitas voladoras, yo cerré los ojos y pronuncié el nombre de mi madre, creí que esa sería la última noche de mi vida, que jamás la volvería a ver. Eso me dio mucha bronca, estaba metido en medio de algo que yo no quería. Jamás se me pasó por la cabeza matar gente, ni tampoco verla morir del modo en el que lo hice.
Uno de los muchachos que estaba conmigo en el pozo, escaló tras el sargento el cerro que era nuestro objetivo para avanzar, y fue el blanco de un fusil con mira infrarroja que lo hirió gravemente. Luego nos enteramos que el sargento también había sido herido. El grupo se desdobló y algunos llevaron a los heridos no se a dónde ya que no los volví a ver.
Teníamos a los ingleses en nuestras narices y me sentí como David frente a Goliat, ellos tenían armas muy superiores a las nuestras y en este momento puedo jurar que no nos aniquilaron por razones humanitarias ya que estábamos servidos en bandeja. Todos estábamos heridos, en el cuerpo y en el alma. Algunos caímos prisioneros y otros fueron trasladados para su atención a centros hospitalarios de campaña. 
Si todo lo que pasamos fue doloroso e inexplicable, más aún lo fue el regreso, cuando me enteré del modo que el poder se llenó los bolsillos con el hambre nuestro, sacando además rédito político de una guerra estúpida que dejó cientos de cruces blancas en el cementerio de Darwin, cuyos epitafios dicen "Soldado Argentino Sólo Conocido por Dios". 
Nos llevaron a la guerra sin preguntarnos, nos sometieron a condiciones infrahumanas durante todo ese tiempo, mientras acá se robaban los donativos de la gente para los combatientes. Pisamos la patria y fuimos escondidos, en medio de la noche y como si fuéramos espías del bando contrario, nos devolvían casi haciéndonos responsables de la derrota. El país nos dio la espalda. Nos dimos cuenta que terminamos no siendo héroes sino una carga para la sociedad. Héroe, al menos yo jamás quise serlo, pero carga tampoco. Nos era difícil conseguir trabajo, ya que para  mi pueblo estábamos locos de remate. Y en cierta forma llegamos a estarlo, por la guerra y por el desinterés demostrado por mucha gente.
Muchas veces me pregunté qué hubiera sido de nosotros si se ganaba la guerra, creo que la historia hubiera sido escrita de otra forma, aplaudidos y vitoreados por los mismos que nos dieron la espalda. Nosotros no fuimos los responsables, no estábamos preparados, ni se nos dio la ropa ni el armamento adecuado, no me siento héroe, sino víctima.
Lamentablemente a la gente le costó separar a los militares de nosotros y cuando nos veían se les presentaba la farsa que se creyó y a la que algunos apoyaron con vehemencia.
Hay quien dice que hubo tantas guerras como combatientes, y eso es cierto, cada uno lo digirió como pudo. Mi visión seguramente es muy distinta a la de muchos.
Si hoy me preguntan si volvería a ir a pelear por Malvinas, digo no, sencillamente porque no creo que ese sea el modo de resolver conflictos, aunque para muchos resulte ser “un cagón”.    



Sólo le pido a Dios

Que la guerra no me sea indiferente,
Es un monstruo grande y pisa fuerte
Toda la pobre inocencia de la gente.

2 comentarios:

  1. Pensar que yo estaba en España y llegué a escuchar de parte del consulado que si la guerra continuaba mas tiempo podrían llamarme a filas. Recuerdo seguir los avatares de la guerra por la tv española con otros argentinos y gritando de alegría cada vez que derribaban un avión o hundian un buque de guerra inglés. Creo que todos hemos llevado desde chicos ése "patriotismo" ridículo y que sin justificar a los invasores, nos llevó a creer que podíamos derrotar a una fuerza superior. Hoy uno lo vé de otra forma y si se pone en las botas de ésos chicos de la guerra nos damos cuenta de cómo el "patriotismo" pasa a ser una simple ilusión. Buenísimo tu relato Amanda, gracias y no pares de escribir.

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  2. Gracias Shoin. Una guerra absurda y que se llevó a parte de nuestros chicos. Una pena difícil de superar y los que sobrevivieron aún andan deambulando entre recuerdos y locura. Un abrazo hermano!!!!

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