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Un blog que pretende inspirar a los que creen que no se puede.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

2020

                                

La vida, Dios, la Pacha Mama, Alá o quien quieras que sea según tus creencias, este año nos presentó otra prueba de la que nadie pudo escapar.

Comenzó el 2020 lleno de promesas, deseos y sueños, y como Dios ríe mientras nosotros, los humanos, hacemos planes, se desencadenó algo desconocido que fue bautizado como Covid 19.

Se tejieron a su alrededor miles de teorías, desde las conspirativas hasta el castigo de la naturaleza por el daño que le estamos ocasionando. Yo no tengo la menor idea de la génesis de esta descontrolada pandemia que nos azota de un modo inesperado e inmanejable, lo que sí sé es que puso  sobre el tapete de nuestra imprecisa realidad, una serie de desconocidos fenómenos naturales y humanos que terminaron de descolocar nuestra frágil existencia.

Dentro de los naturales, podemos detallar un sinfín de fenómenos, como el paseo por las grandes ciudades de seres vivos que no pertenecen a la raza humana, y así se vieron una cantidad importante de animales que tomaron las calles como diciendo esto a nosotros también nos pertenece, fuimos desplazados por la civilización con rutas, vehículos y manos desaprensivas que nos obligaron a vivir recluidos en espacios que a veces también destruyeron, como los bosques, las selva, el desvío del cauce de los ríos y otras tantas acciones que se llevaron la vida de muchos de nosotros.

El cielo se limpió por la falta de la contaminación del hombre, y como esto, hay un catálogo puesto a disposición por la naturaleza para que cuando lo olvidemos, cosa que ya hemos hecho porque todo volvió a la “normalidad”, recurramos a él para recrear la vida con el ser humano desactivado. ¿Qué paradoja no? Volvimos lentamente a nuestras vidas y todo ese encanto duró nada en desaparecer

Las personas pagamos y seguiremos pagando caro los efectos de esta realidad que no hizo más que poner de manifiesto la naturaleza misma del hombre. El desbalance terrible que se produjo entre la tierra y lo que llamamos civilización, se expuso de un modo brutal.

Así comenzó ya no sólo la batalla contra el virus sino también la batalla del hombre contra el hombre. Todas las miserias quedaron tan expuestas que a veces, a los que aún tiene la capacidad de la famosa y no siempre tan ponderada autocrítica, los dejó en el medio de dos males, la enfermedad y el poder, aunque no sólo el poder quedó expuesto sino que muchas veces el egoísmo y la falta de empatía del hombre común, también hirió de muerte a una sociedad hoy totalmente en estado de desamparo.

Y no me digan que estoy metiendo a todos en la misma bolsa, porque de verdad, estamos todos en la misma bolsa ya sea por acción o por omisión. Cómo no crisparse, cómo pretender parar esa rabia que nos nace de las entrañas si somos caníbales de nuestro prójimo. Si la vida es una escuela, lamentablemente de ella no hemos aprendido nada. Basta mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta que perdimos el respeto por esa escuela y que nada nos importa a la hora  de esquivar las responsabilidades que nos toca.

Violentamos a nuestros niños, deshonramos a nuestros ancianos, negociamos con las enfermedades, sometemos a los seres humanos a crueles experimentos como si fueran conejillos de india, y por sobre todo, hemos perdido la capacidad de mirar a nuestro lado para ver si el que nos roza necesita algo.

Yo, como persona de riesgo, no me muevo de mi casa desde el mes de marzo. Pero llegó un momento en el que mi mente comenzó a jugar conmigo llevándome a estados de ánimo para mí desconocidos. Hice todo tipo de actividades para entretenerme y no estar pegada al televisor que sólo trae malas noticias. Estaba tan sensible y quizás algo temerosa, que una noche viendo una película, era la una de la mañana, sentí en el árbol de mi vereda el canto de un pájaro, me dije, ahora sí que estoy en el horno, porque escuchar cantar pájaros a esa hora era incomprensible o yo me estaba volviendo un tanto loca. Pensé que lo mejor era olvidarlo, pero ésto se reiteró por varias noches. Como soy muy curiosa, busqué por Internet y allí me desburré un poco. Existen pájaros que duermen de día y cantan de noche, aves que ni por casualidad son nativas de mi zona. Descarté ese hecho y seguí buscando. Luego de navegar por horas para tener al menos algo que calmara mi incertidumbre, encuentro un artículo en el que decía que vecinos de La Plata, Provincia de Buenos Aires, estaban muy preocupados porque sentían el trinar de las aves por la noche. Luego de investigarse el tema para tranquilizar a los habitantes de la zona, un experto llegó a la conclusión de que la nueva luminaria LED genera confusión en lo pájaros y creen que es de día y es por eso que salen y cantan como si fuera efectivamente de día.

Ese simple hecho me hizo reflexionar sobre un montón de otras situaciones. Los famosos cantos de sirenas que hoy en mí despiertan mayor relevancia. No quiero dejar pasar lo de los pájaros, ¿alguien habrá pensado en semejante distorsión ambiental cuando nos llenaron de LED las calles? Y vaya a saber cuánto más se habrá hecho y a las consecuencias las veremos con el tiempo. Aunque insisto, la naturaleza tiene un catálogo de los excesos que contra ella cometimos.

Eso mismo llevado al individuo me hace preguntar cuántas LED nos han puesto en la cabeza para desorientarnos y hacer cosas inentendibles con consecuencias tan nefastas como las que pasan hoy en el mundo. En mi país, Argentina, entre las LED y los cantos de sirenas, me estarían explicando la realidad actual de mi tierra.

Hoy nos prometen una vacuna y en apariencia, porque hay noticias muy contradictorias, se probaría en primer término la que nosotros adquirimos, con nuestro pueblo. Alguien dijo con ironía que al país que nos la proveía le era más barato probarla con nosotros que comprar cobayos, ¿será?

Pero lo más loco de todo, en este país en donde Macondo queda chico y lo digo porque como bien lo expresó Gabriel García Márquez: POR FORTUNA, MACONDO NO ES UN LUGAR SINO UN ESTADO DE ÁNIMO QUE LE PERMITE A UNO VER LO QUE QUIERE VER Y COMO QUIERE VERLO, lo cual me exime de mayores explicaciones, los ciudadanos no vemos lo que debemos ver y las autoridades ven lo que quieren y librado a sus psicodélicas interpretaciones. Bueno, en este país en donde nos tienen bajo una cuarentena eterna, hubo una persona, Maradona, que con sus luces y sus sombras, iluminó con su partida todas esas oscuridades nuestras que como si nada, hoy aparecen olvidadas.

El mundo sufre aún las consecuencias de repetidas olas de este maldito virus pero nosotros estamos bajo la influencia de otros males que empatan con la peste y contra los cuales no hay vacunas.

El mundo tal como lo conocemos ya no será el mismo, y nosotros que somos los eternos camaleones de la vida, una vez más ya no seremos los mismos, porque hoy es la pandemia, pero venimos de muchísimas situaciones que nos dejaron  cabeza abajo y por lo visto se nos promete un futuro lleno de vicisitudes, que comprenden engaños, relatos, atropellos y otros males a los que no sé si estamos preparados para enfrentar.

Como lo dije al comienzo, Dios, la vida, Alá o la Pacha Mama creo que se hartaron de nosotros. Intentemos con un último esfuerzo que nos perdonen, y con amor y paz nos reinventemos por nosotros y por las generaciones que vienen.  


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