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lunes, 25 de mayo de 2015

ARCANO VEINTIDÓS "EL LOCO"

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Más de una vez me vi tentado a convertirme en el Arcano Veintidós, El Loco. Danzar entre el Alfa y el Omega, entre el Zenit y el Nadir, y darme el lujo de ser por un tiempo esa imagen contrapuesta que le arremete a la vida sin ficciones, sin cuadraturas, sin catálogos impuestos por un exterior que nos requiere sumisos para no causar problemas.
Quisiera soltar amarras y transitar por el mar de la vida sin mirar al cielo, para que ni la Cruz del Sur, ni las Tres Marías, ni la Osa Mayor se atrevan a darme el menor indicio de una ruta que no quiero seguir, ya que me dirijo al lado opuesto.
Sueño con ser una gaviota que vuele el tiempo suficiente para la liberación. Si me queda espacio, ser un barrilete de color rojo y soltarme de las manos de quien me ayudó a volar, dejarme llevar por los vientos y caer cuando sea el tiempo, sin protestar, sin impedir que ocurra lo que tenga que ocurrir, aunque ello signifique estrellarme contra las rocas y volar en mil pedazos.
Poder ser una crisálida que se convierte en mariposa para vivir sólo ese día que El Supremo le da a esta maravilla de su creación. Recorrer los campos y posarme en las flores, o quizás ser una excepcionalmente rebelde que no quiera hacer lo que hacen las otras, y volar a la montaña, en donde el águila hace su nido, contemplar a sus pichones y aprender de la sabiduría de un ave que tiene el valor de renacer a costa de un sufrimiento infinito. Ver como con su pico se arranca el plumaje y las garras, y luego cómo a ese pico lo rompe contra las rocas para darle a su cuerpo la posibilidad de renacer con un nuevo ropaje, iniciando así el camino de la renovación.
No volver sobre el pasado, poder dejar atrás ese enorme equipaje que cargué hasta hoy y con el que no voy a poder volar. No luchar por los afectos, no aferrarme a ellos, alejarlos sólo por un corto tiempo de mi lado para que no sean el ancla que me impida navegar.  
Quisiera perderme, no saber dónde se encuentra el norte ni el sur, adentrarme en algún lugar en el que no haya nadie, no quiero que me hablen, no quiero escuchar y menos interactuar. Necesito de la soledad, pero esa soledad profunda, sincera, exponencial, esa que nos deja en carne viva y con el corazón a cielo abierto, sin ropaje ni escudos. Perder mi identidad para saber realmente quién soy.
Deseo caminar con indiferencia y sin hacer pausas, que nada de lo que me rodee me afecte, hacer locuras sin afectar a nadie y perder la cordura sin que ello me perturbe. Situarme como en el Tarot al comienzo y al final, en la vida y en la muerte, en el recorrido del péndulo sin la tentación de querer parar.
Quiero volver a los comienzos, en donde las reglas poco importan. Ser ese niño eterno al que le sobra el tiempo, al que para crear sólo le hacen falta las ganas y para soñar, nada más que cerrar los ojos.
Necesito recorrer el camino descalzo, que la tierra me lastime los pies y las espinas se me claven hasta los huesos, sentir la vida de un modo brutal, salvaje. Dormir sólo cuando me gane el cansancio, no saber la hora, no importarme si sale o no el sol, si la luna es llena o nueva, si el viento sopla del este o del oeste.
Busco esa libertad primigenia que perdimos en algún punto del camino. Busco poder transgredir los límites y a las consecuencias pagarlas solamente yo. No temer a los peligros y tomar todos los riesgos que sean necesarios para lograr ser franco sin el peligro de herir a alguien.
Necesito que nadie me controle, hacer que mi locura sea real, improvisar las veces que sea necesario, no escuchar a mi intuición, anular los presagios, ser tan variable como pueda y no intentar controlar mi ansiedad, muy por el contrario, que ella sea el motor de mi aventura.
Caminar desnudo por la playa, sentarme en la arena dorada y no pensar en nada, rechazar cualquier inquietud que intente sacarme la paz, pero no esa paz grande y duradera, solamente la cotidiana, la necesaria, esa que es chiquita, movediza y muy audaz.
Destruir, demoler, aniquilar los pensamientos nocivos, dejar en mi cabeza tanto espacio como me sea posible para llenarlo de travesuras, de quimeras, de todo aquello de lo que me despojaron a medida que fui creciendo. Quiero que la parte derecha de mi cerebro invada totalmente a la izquierda y anule las ataduras para que me atrapen los acontecimientos repentinos.
Quiero gritar lo que jamás me animaría decirle a nadie, hasta que me sangre la garganta. Quiero que me borren de la mente, que ninguna cabeza ocupe espacio con este loco que sé que llevo adentro. Necesito que me olviden todos los que me rodean, recorrer las calles sin que nadie me reconozca, que el viento vuele mis pensamientos, mis sentimientos y mis decepciones.
Necesito no ser el que le sigue el veintiuno y le precede al veintitrés, no quiero que me traduzcan en números romanos porque me exasperan las repeticiones (XXII), no busco metas elevadas, quiero que como en el tejo los casilleros sean cortos, al alcance de mis pies, y que al cielo lo pueda alcanzar con sólo un salto.       
No quiero ser perseverante, ni tenaz, ni voluntarioso, sino simplemente un trotamundo caminando al borde del precipicio, convirtiendo mi insensatez en una locura divina y así poder vivir al margen del mundo.
No quiero vivir un gran amor, sino un millón de pequeños amores que duren sólo unos segundos para que no los mate la rutina. Quiero ser El Loco para no llevar un número, llenaron mi vida con números, al punto de que me hacen sentir uno de ellos, es por eso que al menos por un día los quisiera olvidar. Necesito fortalecer mi lado irracional para poder ser todo lo excéntrico e imprevisible que pueda. Ver la vida de un modo extravagante y que nadie me condene por ello.
Tragarme la vida muy despacio, y escupir de ella lo que no sea agradable a mi paladar. Dejar de ser tan cortés y cuando algo no me guste, gritarlo a los cuatro vientos. Borrar de mi vocabulario la palabra diplomacia e incorporar la más maravillosa que haya escuchado en mi larguísima existencia "torpeza", esa que nos hace poco oportunos y muchas veces desacertados, esa que es la línea de partida a la libertad. Y por último, quiero seducir al destino para que con su sucesión de inevitables me sorprenda al menos por un día.    
En fin, sólo por hoy quiero ser el Arcano Veintidós.     

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