Luego de nueve meses de una extraña gestación, nació Prudencia, la hija menor del matrimonio Pastucci. Y digo extraña gestación porque Graciana, su madre, no podía encontrarle una explicación a aquél embarazo ya que sus cuidados habían sido extremos. Su esposo Carlino hacía seis meses que había partido a la guerra y gracias a Dios volvió luego de nacida la niña o sea que no hubo preguntas ni dudas que ella jamás hubiera podido responder. Durante la preñez tuvo sensaciones desconocidas que no aparecieron en los anteriores embarazos, los que no fueron pocos, nada menos que ocho. Por lo dicho este era el noveno.
Le pusieron ese nombre en honor a la bisabuela de Carlino. Los hermanos se opusieron tenazmente a esa elección, ya que hicieron propia la vergüenza de la niña cuando tuviera que decirlo. A todos les pareció horroroso. Para compensarla y darle una posibilidad de elegir, como segundo nombre le pusieron Soledad.
Prudencia Soledad, demasiado denso dijeron sus hermanos, pero ya estaba hecho. A las enfermeras les costó que la niña largara su primer llanto, ese que anuncia para los médicos que todo anda bien, y para la criatura, lo que le espera en la vida. Aunque algunos psicólogos dicen que no deja secuelas ese golpecito ya que los niños muy pequeños viven el hoy y superan rápidamente esos pequeños traumas con los que se los recibe en este mundo.
Algo que sorprendió y preocupó a los galenos fue que la bebé sólo tomaba la teta por las noches, de día no había forma de que se alimentara. Su madre pensó que sería algo pasajero, entonces aprendió a dormir de día y a alimentar a la niña cuando se escondía el sol.
Prudencia crecía sana y robusta, no acusaba ningún síntoma de desnutrición por la alimentación nocturna. De día sólo aceptaba agua. A los nueve meses aprendió a caminar y dejó los pañales, cosa que a todos dejó sorprendidos. Al año y ocho meses hablaba de corrido y era la mimada del pueblo, ya que su alegría, gracia y belleza la hacían especial.
Cuando cumplió tres años, su madre muy preocupada la llevó a una consulta ya que ese hábito de comer de noche no lo había superado, Graciana estaba agotada ya que casi no dormía atendiendo a sus hijos y marido en el día y alimentando a la niña por las noches.
El médico, un tanto desorientado, le dijo que no la alimentara por una noche y que seguramente a la mañana siguiente Prudencia devoraría lo que le pusieran en frente. Cual perro dijo la abuela, pero había que probar.
Volvieron a su casa y como siempre la niña cenó con ellos y la madre la acostó. La rutina solía ser: a las veintiuna horas la cena, a las dos de la mañana el desayuno, a las seis el almuerzo y en invierno que amanecía más tarde, tenía tiempo para darle la merienda. Esa noche salteó las restantes comidas, Prudencia durmió como un ángel y Graciana no pudo pegar un ojo. Le preocupaba no darle de comer a la niña, pero luego se tranquilizó pensando que era sólo por ese día, debía probar lo que le sucedía a la pequeña.
Por la mañana, la sentó junto a sus hermanos y le dio el desayuno, no lo probó al igual que al almuerzo y a la merienda. Cenó como de costumbre y durmió toda la noche. La madre muy preocupada, decidió seguir la rutina previa y esperar a que creciera, pensando quizás que las costumbres de la niña pudieran variar.
El quinto cumpleaños de Prudencia coincidió con el anuncio de un eclipse total de luna. Graciana había notado a la niña con ciertas alteraciones en su conducta los días previos. Casi no probaba bocado y estaba con un nerviosismo particular. El médico lo atribuyó a una indigestión por lo que la abuela intentó curarle el empacho.
Dionisia, curaba el mal de ojo, la pata de cabra y otros males desconocidos por la medicina convencional. Al empacho lo curaba con una cinta heredada de su madre y cuando quiso acercarla al cuerpo de Prudencia, la niña pegó un grito que hizo paralizar el corazón de la familia. Graciana alzó a la pequeña y le peguntó:
––¿Qué sucede hijita?, la abuela sólo quiere curarte.
––Mami, yo no estoy enferma ––contesto lloriqueando.
––¿Entonces por qué no comes y estás nerviosa?
––No lo sé, no tengo hambre.
––¿Y qué haremos con todas las cosas ricas que hemos comprado para festejar tu cumpleaños?
––Este año no quiero festejarlo.
––Niña, a ti te sucede algo. Cuéntale a mamá qué es lo que pasa.
––Es la luna madre, hoy va a ser un día triste para ella, la van a esconder, y yo no puedo festejar.
––¿Pero qué tiene que ver la luna? Han anunciado un eclipse pero ella sigue estando en el mismo lugar, será sólo por un corto tiempo que se ocultará de nuestra vista, pero eso no significa que no esté en el cielo. ¿De dónde has sacado que ella va a estar triste?
––No hace falta que me lo diga, yo lo sé.
Esa conversación desquició a la pobre Graciana. Ella aceptó siempre a los amigos invisibles de sus ocho anteriores hijos, los miedos de tres de ellos a un fantasma al que llamaban Tomby, y otras tonteras a las que ya estaba acostumbrada, pero esto era algo que se le escapaba de las manos.
Pidió un turno al médico y se lo dieron para la semana siguiente. Mientras tanto Graciana observó cada movimiento de su hija, y esa noche, precisamente la del eclipse, la vio sentada en la ventana de su cuarto observando el fenómeno con mucha atención.
Cuando la luna comenzó a esconderse, vio cómo su hija se iba desmaterializando, podía ver a través de ella, era como si la niña fuese transparente. Casi al punto del desmayo, se sentó en la cama de Prudencia y siguió observando espantada la transmutación de su hija. Cuando la luna se escondió por completo, la pequeña desapareció. Graciana corrió hacia la ventana pensando que se había caído y no la encontró.
Como una loca salio del cuarto y llamó a Carlino para explicarle lo que ni ella entendía, él en esos momentos estaba en el sótano acomodando la leña y al ver a su mujer en ese estado la sentó y le pidió que le explicara lo sucedido. Luego de relatarle lo que había visto, la tranquilizó diciéndole que seguramente el cansancio la hizo ver cosas que en realidad no eran, la calmó con mucha dulzura y luego de lograr que su mujer recobrara la cordura la llevó al cuarto de Prudencia, a todo esto había pasado un largo tiempo ya que Carlino no creyó en lo que su mujer le decía y quería llevarla a la habitación de la niña en condiciones .
El eclipse ya había terminado. Cuando entraron al cuarto la niña estaba sentada en la ventana cubierta por un halo de luz que atribuyeron a la luminosidad de la luna.
––Prudencia, me hiciste asustar, creí que te habías caído por la ventana.
––Perdón mamá, sólo me fui unos minutos a acompañar a la luna mientras estaba a oscuras, ella le tiene miedo a la oscuridad como yo ¿lo sabías?
––No hija, no lo sabía.
Graciana en ese momento sintió que su hija era un ser especial, que le pertenecía no sólo a ella sino también a la luna, ya que de otro modo no se podía explicar esa conexión que las unía.
Hasta esos momentos ella no había prestado atención a lo que sucedía en los eclipses anteriores, ya que Prudencia era chica y nunca había expresado sensación alguna. Pero lo tragedia se desató en el siguiente eclipse lunar. La madre no la dejó sola e hizo que Carlino la acompañara para ver qué sucedía, y así poder constatar si era real lo que había visto o su cansancio le había jugado una mala pasada.
Esa noche, la niña se desmaterializó frente a los ojos de sus padres, la luna volvió pero ella jamás lo hizo. Fue entonces cuando Graciana le contó sobre la rareza de su embarazo y juntos comenzaron a descubrir detalles que relacionaban a la niña con la luna. Lo extraño fue que nadie, ni los hermanos, preguntaron jamás qué había sido de Prudencia, a tal punto esto fue extraño, que los padres pensaron que habían alucinado con una hija que jamás tuvieron, pero cada noche Graciana y Carlino miran a la luna con la ilusión de encontrar allí a Prudencia, quizás jugando con otros niños o cazando mariposas.
Ay Amanda, te necesito junto a mi cama, que me cuentes un cuento como éste, mágico, extraño, bello cada noche. Un cuento salido casi de los versos de García Lorca, real y magico como los del extrañado García Márquez. Qué cabeza amiga, qué imaginación, técnica y puta madre...
ResponderEliminarGracias amiga, cada comentario tuyo me hace creer que soy buena escribiendo, viniendo de vos, a la que admiro, es un halago que me llena el alma. Creo que nunca llegaré a ser como los grandes escritores con los que me has comparado, sin embargo, no te quepan dudas de que pongo lo mejor de mí cuando escribo. Y por otro lado, en cualquier momento me aparezco a tu lado y te llevo a pasear por ese mundo maravilloso y mágico al que accedo cada vez que me siento a escribir. Un abrazo y nuevamente GRACIAS!!!!
ResponderEliminarGracias amiga, cada comentario tuyo me hace creer que soy buena escribiendo, viniendo de vos, a la que admiro, es un halago que me llena el alma. Creo que nunca llegaré a ser como los grandes escritores con los que me has comparado, sin embargo, no te quepan dudas de que pongo lo mejor de mí cuando escribo. Y por otro lado, en cualquier momento me aparezco a tu lado y te llevo a pasear por ese mundo maravilloso y mágico al que accedo cada vez que me siento a escribir. Un abrazo y nuevamente GRACIAS!!!!
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